dimecres, 11 de setembre del 2013

¿Por qué sí a la renta básica universal? Por una salida urgente de la crisis basada en la RB y el reparto del tiempo de trabajo

Article publicat a la revista Sin Permiso

Lluís Torrens 
 
08/09/13
 

La crisis nos ha convertido en uno de los países europeos con mayor porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social y en el país más desigual de la Unión Europea según el indicador 80/20 (el cociente de ingresos del 20% de la población más rica y el del 20% más pobre). Y eso que la renta per cápita española está en valores cercanos a la media europea.
Una de las causas de esta singular situación es la escasez del desarrollo del estado del bienestar en España. Nuestra presión fiscal de 8 puntos inferior a la media europea nos condena a ser un país de segunda (o tercera) en capacidad de realizar un gasto público de acuerdo a nuestra riqueza y de reducir la pobreza mediante los impuestos. No existe ningún país de nivel de renta tan alto que gaste tan poco en educación, salud o servicios sociales. El déficit de gasto social público es aún más elevado si cabe en Cataluña o Madrid, por sus insuficiencias en el modelo de financiación autonómico y por algunas veleidades fiscales de sus gobernantes.
Es más, sostengo que uno de los orígenes de la crisis diferencial que sufrimos proviene precisamente de estos ingresos y gasto público inferiores, que si en España hubiera estado en un nivel más acorde con el que le correspondería en comparación a su generación de riqueza, hubiera resultado en una economía más equilibrada y resistente a la crisis, con un consumo interno más estable y menos afectada por el hundimiento del sector de la construcción y de las industrias y servicios complementarios.
Una economía con niveles de gasto público más elevados dispone también de unos multiplicadores fiscales más altos: cada euro gastado por el sector público tiene una recuperación fiscal por la vía de impuestos y de reducción del gasto en desempleo más elevado que el de una economía cuyo sector público ingrese y gaste poco. Aun así, en la práctica en España significa que un euro más gastado por el gobierno en realidad solo supone un gasto neto de menos de la mitad o incluso de un tercio de ese euro sobre las cuentas públicas. Desgraciadamente en España llevamos tres años aplicando la receta en sentido inverso, gastamos menos pero el ahorro conseguido acaba siendo menos de la mitad de lo que se pretendía obtener. Y así nos va con el incumplimiento sistemático de los objetivos de déficit desde que aceptamos obedecer la lógica de la troica y no ser expulsados del edén de la zona euro.
Y no digamos si durante todos los años de expansión hubiéramos gastado en I+D (no solo el sector público sino sobre todo el privado) lo mismo que Europa. Posiblemente hubiera bastado con la misma cantidad gastada en las deducciones fiscales para planes de pensiones privados y para compra de vivienda para transformar nuestro sistema productivo.
Existía antes de la crisis un déficit de gasto social en especie (en servicios públicos como la salud o la educación, o incluso la I+D) y en transferencias monetarias (pensiones, ayudas a las familias, etc.) de 8 puntos de PIB con la UE-15 (ahora se ha reducido a 7 puntos por el incremento del gasto en paro). Pues bien, incrementar el gasto en estos 7 puntos no debería costar más que 3 o 4  puntos de mayor presión fiscal, el resto se recuperaría por la mayor recaudación y el menor gasto público en otras partidas. Si convergiésemos con Europa en presión fiscal (mediante subidas selectivas de impuestos como los ambientales, eliminación de la competencia fiscal entre CCAA, supresión de nichos de ahorro y elusión fiscal para las rentas y patrimonios elevados y una mayor lucha contra el fraude y los paraísos fiscales) todavía nos sobraría dinero para reducir el déficit a los sacrosantos objetivos de estabilidad.
Podemos poner como ejemplo de éxito la política de pensiones, que ha conseguido reducir la pobreza entre los mayores incluso ahora en tiempos de crisis. De hecho la tasa de riesgo de pobreza del 2012 en España entre los mayores de 64 años fue del 18,7% frente al 28,2% entre 16 y 64 años y del 29,7% para los menores de 16 años. Ya vemos aquí que el paro seguramente se convierte en el primer problema generador de pobreza y exclusión, afectando a las personas en edad de trabajar y también a sus hijos. Y no se dispone de estudios de como la solidaridad intergeneracional ayuda a que se superen las situaciones más críticas pero a la vez expande la pobreza también entre los más mayores, que deben compartir sus pensiones con sus hijos y nietos.
El gran éxito de la ideología socialdemócrata europea desde la postguerra fue la instauración de las políticas de pleno empleo y éstas fueron las causantes de la mejora continua de las condiciones de vida, conjuntamente con el desarrollo del estado del bienestar que facilitó una educación para todos y progresiva incorporación de la mujer al trabajo remunerado. Dar igualdad de oportunidades a la cualificación y eliminar trabas al acceso al trabajo con independencia del origen social o de género se convirtió en el punto de apoyo y la realidad del pleno empleo en la palanca real del progreso.
¿Cuál es la situación ahora? Algunos, cada vez más, pensamos que estamos ante una crisis estructural del modelo de crecimiento. Crecimiento sostenible es un oxímoron causado por una doble tendencia:
-Por un lado el crecimiento de la productividad, aunque ralentizado en los últimos años, libera horas de trabajo y fuerza laboral de las tareas que venía realizando. La economía, y en esto el capitalismo lo ha hecho bastante bien durante dos siglos, busca nuevas ocupaciones para emplear la fuerza de trabajo, sea produciendo nuevos bienes sea en los servicios, cuya productividad crece más despacio. Pero la consecuencia es que para mantener la maquinaria macroeconómica empleando a todo el mundo todo el tiempo se necesita seguir creciendo y creciendo aun a pesar de la reducción secular de la jornada laboral.
Algún crecimiento es bueno: educación, inversión en energías renovables sostenibles y eficiencia energética, servicios de proximidad, etc., pero mucho otro pasa por potenciar una espiral de más consumo de bienes y servicios intensivos en recursos materiales y energéticos …en un planeta finito que ya muestra evidentes signos de agotamiento en la extracción de nuevos recursos y el tratamiento de los residuos generados en la producción y consumo.
El crecimiento de la productividad nos ha de permitir afrontar el envejecimiento demográfico y el incremento de costes relativos de los servicios personales, pero como dijo W. Leontieff la tecnología nos puede dejar muriéndonos de hambre en las puertas del paraíso por no saber cambiar las normas de reparto de la producción… o nos puede destrozar el paraíso por querer seguir creciendo a toda costa por la misma razón.
-Por otro lado nos hallamos en medio de un proceso extraordinario de financiarización de la economía. Muchos recursos tecnológicos y mucho talento se ha dedicado a casi triplicar desde 1980 el peso de los activos financieros sobre el PIB mundial, cabalgando sobre la globalización. La consecuencia es que los activos financieros (con su contrapartida en pasivos financieros) demandan rentabilidades crecientes en términos monetarios al mundo real (dividendos e intereses a las empresas no financieras, e intereses a las familias y a los gobiernos), o sea al planeta, en una escalada sin fin derivada del interés compuesto. El capital busca los mayores rendimientos y éstos una vez devengados y de nuevo ahorrados en parte se reinvierten solicitando más rendimientos: más producción real de donde extraerlos. Como decía Serge Latouche citando a Kenneth Boulding: el que crea que un crecimiento exponencial es compatible con un planeta finito es un loco o un economista.
El resumen es que una estrategia de pleno empleo a tiempo completo para cubrir las insaciables necesidades de rentabilidad del capital puede acabar siendo un suicidio planetario: los ideales de la socialdemocracia con políticas keynesianas anticíclicas y con el objetivo del pleno empleo en todo el planeta, consumiendo los mismos recursos per cápita que los países ricos no son posibles.
¿Es éste un mensaje pesimista? No tiene porqué si lo aceptamos y lo afrontamos con las ideas y propuestas que ya se están planteando de manera creciente y esperemos que se conviertan en mayoritarias:
En primer lugar hay que repartir el trabajo remunerado existente si admitimos que el trabajo es la más eficaz de las herramientas para la integración social y todo el mundo tiene derecho a ello, pero no podemos forzarnos a crear puestos indeseables social o ecológicamente (o de mierda, como decía David Graeber).
 ¿Cómo es posible que en España el trabajador medio trabaje un 18% más de horas al año que un trabajador alemán y a la vez tengamos 20 puntos más desempleo? o que el trabajo a tiempo parcial en España apenas alcance al 15% de la población ocupada frente a casi el 50% en Holanda, también con unos niveles de paro mínimos? ¿Cómo es posible tanta desigualdad en el acceso al trabajo en España cuando otros países sí han visto que la incorporación masiva de la mujer al trabajo implicaba un cambio en el reparto del trabajo porque era imposible crear tantos puestos de trabajo como se requeriría para dar pleno empleo a toda su población activa?
Debemos aceptar que es imposible crear en  España 5 millones de puestos de trabajo en un tiempo razonable, que no lleve antes a la desintegración social o a la emigración masiva, si no afrontamos el reto del reparto del trabajo.
Los cálculos más optimistas de los nichos de puestos de trabajo potenciales detectados por los defensores del Green New Deal nos dan hasta medio millón de nuevos puestos de trabajo en España en 10 años, y un incremento de 5 o 6 puntos del PIB en gasto social podría acarrear entre medio millón y un millón más de trabajadores en educación, sanidad o dependencia. Aun nos faltan 3 o 4 millones de puestos para suplir el enorme agujero dejado por el estallido de la burbuja inmobiliaria y la inmigración masiva que tuvimos la década pasada. Y no creo que estemos dispuestos a iniciar otra burbuja para construir 4 o 5 millones de viviendas nuevas más, cuando seguimos endeudados hasta las cejas y tenemos más de tres millones de viviendas vacías.
¿Cómo repartimos el trabajo?
¿Podemos reducir los sueldos un 15% para crear un 15% más de puestos de trabajo o un 30% de puestos más a tiempo parcial, sin encarecer los costes laborales? Recordemos que una mayoría de empresas también están sufriendo en sus cuentas de resultados los efectos de la crisis de demanda interna y las restricciones financieras: según los últimos datos de la agencia tributaria solo el 41% de las declaraciones del Impuesto de Sociedades del 2011 declararon beneficios, 14 puntos menos que en el 2003. En el 2011 alcanzamos el récord de que la suma de los beneficios de las empresas con resultado positivo era menor a la de las pérdidas de las empresas con resultados negativos.
¿Y podemos repartir el trabajo reduciendo los sueldos cuando el sueldo más común en España en 2011 fue de 15.500 euros brutos, algo más de lo que ganaba un mileurista cuando trabajaba? Recordemos que según un informe de Consejo de Trabajo, Económico y Social de Catalunya un 14% de los trabajadores eran working poors, su salario no llegaba al umbral de pobreza.
Resumiendo:
-No vamos a alcanzar el pleno empleo sin una estrategia agresiva de reparto del empleo actual, aun combinándose con el impulso público-privado de la creación de empleo en sectores selectivos como los relacionados con la transición energética o el refuerzo del estado del bienestar, incluida la I+D.
-El reparto del trabajo se ha de producir mediante los cambios normativos oportunos, el incentivo fiscal a la creación de puestos a tiempo parcial, el desincentivo a las horas extraordinarias, el impulso del reparto en el sector público mediante políticas de recursos humanos y de compra pública proactivas y mediante un enfoque de la formación profesional plenamente dual, que desincentive o incluso prohíba que los jóvenes trabajen a tiempo completo y favorezca que compaginen formación y trabajo.
-Pero no podemos reducir los ingresos más bajos porque ya no permiten desarrollar un proyecto de vida autónomo digno y a la vez tampoco podemos encarecer un 15% los costes laborales so pena de profundizar la crisis empresarial que no podemos negar. Los sueldos han de crecer con la productividad, con un adecuado reparto de las ganancias entre empresa y trabajadores, fomentando las formas de economía social y de cogestión en las empresas... pero debemos preservar a la vez la sostenibilidad financiera empresarial y atacar las rentas de monopolio que siguen incrustadas en amplias zonas de nuestro modelo productivo.
-El nivel tecnológico y social que ha alcanzado la humanidad es capaz de generar suficiente producción e incentivos adecuados para que se siga generando riqueza de manera competitiva y sostenible (como lo demuestran cada día los países nórdicos) sin que nadie tenga que pasar privaciones materiales ni dejar de tener un acceso equitativo a la sanidad, la educación, la atención a la dependencia ni a una vivienda digna y asequible.
La medida que hace posible que todo encaje es la implantación de un nueva fiscalidad que financie una Renta Básica universal e incondicional que permita a la vez desarrollar el estado del bienestar y que aporte a cualquier persona una renta de subsistencia que le evite tener que mendigar una ayuda para él o su familia a cambio de tener que estar dispuesto a aceptar cualquier trabajo so pena de perder el subsidio público. En este modelo a cualquier trabajador con un sueldo bajo o medio, o a tiempo parcial, la combinación de sueldo (rebajado en el global, mantenido por hora para crear ocupación) + RB le aportará más recursos netos que los que su actual sueldo neto le aporta ahora. Y su pareja, su hijo o hija o su padre o madre trabajarán si así lo desean.
Sólo repartiendo lo que ya se produce podemos detener esta espiral destructiva por la que solo creciendo y endeudándonos podemos mantener el sistema socialmente estable, como una ciclista que pedalea para no caerse pero va hacia el abismo.
La buena noticia es que la RB es factible: por ejemplo, una renta básica que siguiera los cálculos de la OCDE sobre los actuales umbrales de pobreza según tamaño familiar en España tendría un coste de unos 230.000 millones de euros anuales, menos del 22% del PIB. Pero es que debemos tener en cuenta que solo en la liquidación del IRPF del 2011 la suma de gastos a deducir sobre los rendimientos brutos, de reducciones de la base liquidable, de mínimos personales y familiares y de deducciones de la cuota íntegra del impuesto ascendían a casi 300.000 millones de euros. También que el estado se ahorraría de pagar más de 80.000 millones de transferencias monetarias actuales (las que suman las pensiones, subsidios de paro y otras ayudas por debajo de la RB) además de los enormes costes de gestión y de control. Los cálculos dan que la RB en España se podría financiar con un IRPF a tipo único sobre todos los rendimientos inferior al 50% y, según los supuestos, cercano al 40%. Y se mantendría intacta la capacidad recaudatoria actual del impuesto para seguir financiando el gasto público estatal y autonómico.
Para los trabajadores el sistema de cobro sería similar al actual: los sueldos bajos tendrían un retención negativa (combinación del impuesto sobre la renta más la RB) que les incrementaría el sueldo líquido por encima del bruto, los sueldos medios tendrían una retención similar a la actual y los salarios más elevados tendrían una retención mayor (pero inferior a las actuales para los sueldos más altos). Los rentistas pagarían más y todo el mundo tendría un ingreso.
La propuesta de RB no solo es absolutamente compatible sino que creo ha de ser una pieza necesaria para el desarrollo social que defiende la izquierda para nuestro país. La RB en la versión que defendemos los miembros de la Red Renta Básica que hemos realizado un estudio del que en pocas semanas podremos ofrecer detalles, no es un cheque substitutivo de ningún servicio público, lo que hace es visualizar claramente que nuestro acervo tecnológico y social colectivo dispone de más de lo necesario para que nadie nunca más deba pasar por penurias extremas como está sucediendo hoy en nuestro país ni tener que verse obligado a aceptar cualquier trabajo mísero, legal o no, para subsistir.
Incrementar el gasto y la inversión social en España conjuntamente con una RB que haga más eficiente la política de transferencias monetarias, que elimine las situaciones de pobreza por culpa del paro u otras situaciones de falta de ingresos, que empodere a los jóvenes y a los otros colectivos con dificultades de empleo a no tener que aceptar trabajar de cualquier manera y a cualquier precio, que elimine la trampa de la pobreza asociada a las rentas mínimas (la trampa que hace que a un parado aceptar un trabajo, frecuentemente mal pagado, le implique un tipo impositivo efectivo sobre su nuevo sueldo del 100%, al perder todas las ayudas que percibía), que reconozca el valor del trabajo no remunerado, que libere a las mujeres dependientes, que facilite las transiciones formación-trabajo-formación-etc., que proporcione un ingreso fijo y estable que permita no ser excluido del acceso al crédito o la vivienda por no disponer de un contrato estable, que no estigmatice al perceptor de rentas mínimas garantizadas frente a la administración o a la sociedad, es la combinación ganadora a los retos actuales, que ya no son los de nuestros padres o abuelos. Y es la más poderosa de las herramientas de transformación social de la que nos podemos dotar.
Algunos críticos de la RB nos ponen en el dilema de que apostar por la RB y el refuerzo del ahora recortado estado del bienestar son dos esfuerzos demasiado grandes para ejercerlos de manera simultánea. Y también hay quien opina legítimamente que repartir el trabajo e implantar la RB también es demasiado complejo. Mi respuesta es que lo que es complejo y costoso tanto ahora como por sus efectos a largo plazo es soportar los niveles de pobreza, desigualdad y descapitalización humana y moral del país. El refuerzo del estado del bienestar ni garantiza el pleno empleo a tiempo completo, ni nada que tenga un sentido de sostenibilidad lo va hacer, ni tampoco eliminar la pobreza, solo la mitiga. Si hubiera que priorizar empezaría por una RB que devuelva la dignidad a millones de personas de este país. Afortunadamente nuestros servicios básicos sanitarios y educativos mantienen, pese a los recortes recibidos, todavía un encomiable nivel de calidad, gracias al esfuerzo de sus profesionales. Y el reparto del trabajo activaría a los jóvenes y devolvería la esperanza a los mayores de que todavía tienen mucho que aportar a la sociedad, aun reconociendo la necesidad de aceptar que existen otras formas de aportar al bien colectivo diferentes a la de desarrollar un trabajo mercantilizado y de que los salarios de mercado no reflejan su verdadera utilidad o desutilidad social.
La Renta Básica permite desplegar urgentemente una estrategia no para salir de una crisis con viejas recetas, sino para cambiar radicalmente cómo queremos nuestra sociedad y cómo salvamos el planeta salvándonos a nosotros, a todos, sin dejar nadie a la intemperie y lo antes posible.

Lluís Torrens es economista, profesor asociado de la Escuela Superior de Negocios Internacionales-Universitat Pompeu Fabra, gerente del Public-Private Sector Research Center del IESE. Colabora con iniciatives pel decreixement  que impulsa un nuevo modelo económico sostenible y estacionario.

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