diumenge, 13 de novembre del 2016

El empleo en la revolución digital

Article publicat a El País

La legislación laboral debe facilitar formas de empleo que aprovechen el cambio tecnológico






Felipe Navío y Juan Urdiales, cofundadores de la empresa Job and Talent.



La revolución tecnológica está provocando un verdadero seísmo en el mercado laboral. La digitalización de los procesos productivos y la incorporación de la inteligencia artificial en un abanico cada vez más amplio de actividades económicas y sociales se producen a un ritmo acelerado y con consecuencias a tener en cuenta a la hora de emprender nuevas reformas. Muchos de los empleos existentes se van a sustituir por algoritmos digitales. La utilización de robots en la industria es ya una realidad, que se va extendiendo a los servicios como la logística y el transporte, ambos altamente intensivos en trabajo humano. Sin embargo, también surgen nuevas oportunidades en la producción de nuevas tecnologías, la innovación, el diseño, los servicios de salud, de enseñanza y cultura, así como en todo aquello que no se puede digitalizar.
La pregunta es si se crearán más o menos empleos que los que se perderán como consecuencia de los cambios. En épocas anteriores de cambio tecnológico, el balance siempre resultó ser positivo. Y es posible que así sea también en esta ocasión, aunque algunos auguren una era de escasez de puestos de trabajo. Es esencial que los Gobiernos faciliten los cambios, creando un entorno favorable para las empresas y la creatividad en los sectores que lideran la transformación, acompañando los ajustes en donde se pierde empleo y limitando aún más las desigualdades. Tanto la experiencia histórica como las altas tasas de paro que todavía prevalecen desaconsejan la pasividad.
Las tecnologías también tienen un impacto sobre el modelo de trabajo asalariado, columna vertebral del Estado de bienestar y principal fuente de financiación de las pensiones. La plataforma digital facilita el auto-empleo, el trabajo freelance, a tiempo parcial, la economía colaborativa y las actividades desarrolladas fuera del recinto tradicional de la empresa. Todo ello podría favorecer la conciliación entre la vida personal y la profesional, o la inserción de colectivos abandonados por el mercado laboral.
Pero las nuevas formas de empleo apenas cotizan a la seguridad social y se prestan a innumerables abusos, como los falsos autónomos o los contratos de “cero horas”, sin garantías salariales mínimas, ni de protección social o compensación en caso de despido, contrataciones muy expandidas en Reino Unido. La legislación laboral debe facilitar formas de empleo que aprovechen el cambio tecnológico y, a la vez, contengan los abusos o vacíos normativos. Holanda por ejemplo ha emprendido una reforma laboral que se articula en este sentido.
En España, la necesidad de acabar con el fracaso escolar, uno de los más elevados del mundo desarrollado, e incentivar formaciones que respondan a las nuevas necesidades es acuciante. Por otra parte, para participar con fuerza en la economía digital, se requiere de un tejido productivo conectado mediante plataformas. Y la proliferación de contratos temporales para cubrir necesidades permanentes de las empresas, además de polarizar la sociedad, representa un lastre ante las transformaciones que se avecinan. No son pocos los países que han emprendido una nueva agenda de reformas para hacer frente a los desafíos de la revolución digital. Alemania, Corea del Sur y Japón cuentan con estrategias digitales que tienen en cuenta el panorama laboral. Es momento para que España se enganche al tren que ya está en marcha.
Raymond Torres es director de previsiones de Funcas y consejero del director general de la OIT.

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