dijous, 26 de gener del 2017

El espejismo de los adversarios de la igualdad

Article publicat a Viento Sur
 
19/01/2017 | Michel Lepesant
Publicamos a continuación una contribución crítica al artículo de Michel Husson titulado “El espejismo del ingreso universal” publicado en Al’encontre [ver http://www.vientosur.info/spip.php?article12082]. Michel Lepesant nos indica en su mensaje electrónico del 3 de febrero que su “respuesta está escrita desde un punto de vista decreciente”. Efectivamente, precisa que él es “uno de los animadores del decrecimiento en Francia -miembro del MOC – y que no se reconoce en las críticas demasiado generales realizadas por Michel Husson”. Este texto puede ser la ocasión para propiciar intercambios que sean útiles. (Red Al’encontre)

La renta básica universal no es ya una propuesta política, es fuego artificial: de derecha a izquierda o a la inversa, de la Francia de Arriba a la de Abajo o recíprocamente, ¿qué candidato no incluye en su cesta electoral la propuesta de una renta básica o un subsidio universal?
A la inversa, esta abundancia suscita un ramillete de críticas y rechazos. Y es ahí donde reside el problema pues ninguna crítica se toma la molestia de un análisis mínimamente honesto, empezando sencillamente por no confundir a propósito las diferentes propuestas. Sin embargo, en general, estos análisis se conforman con aparentar que en su esencia todas las propuestas de renta básica universal serían más o menos equivalentes, se basarían en el mismo “postulado”, completamente “erróneo”, y desembocarían en el mismo “impasse estratégico”.
Así que para no sufrir la misma crítica, para no mezclar en el mismo saco todas las críticas, cada cierto tiempo tenemos que contentarnos con leer una única crítica a la vez: y así nos hemos topado con la (enésima) crítica escrita por Michel Husson /1.
Ya respondimos a una crítica precedente /2, así que, ¿por qué no volver a empezar? para Partir de una base común, empecemos por el final de su artículo: “la construcción de una estrategia alternativa anclada en la realidad de las relaciones sociales”; muy bien. Pero no puede haber “relaciones sociales” si previamente no hay una “sociedad”.
La propuesta que nosotros, como “amigos del decrecimiento”, defendemos parte precisamente de ese previo que es la existencia de una sociedad como “suma de individuos” -no, no somos liberales que creemos que los individuos precederían lógicamente, políticamente o jurídicamente a la sociedad y por eso no imaginamos una génesis ficticia de la sociedad mediante un “contrato” sea social o por una “validación social”- ni de una sociedad como “resta de individuos”- por lo que nuestra reivindicación de una renta es la de una renta básica universal incondicional, dado que la mínima condición significaría ipso facto la justificación de la exclusión, ¡evidentemente de los “vagos”, de quienes rechazan “trabajar”!
Contra semejantes críticas, al mismo tiempo “obreristas” e implícitamente “individualistas”, planteamos la coherencia de nuestra propuesta de una renta incondicional suficiente en la clara afirmación de un presupuesto ideológico en cuanto a la naturaleza misma de lo que entendemos por sociedad: lo que hace “sociedad” no es la libertad de los individuos, es la vida en común en el seno de un mundo común, esa es nuestra traducción “comunista” o “radicalmente igualitarista” de la vieja demanda de “una vida buena en una sociedad justa”. Por eso, no dudamos en violar la libertad de los (más) ricos a obtener una parte indecente de la riqueza que, no obstante, es producida, de forma directa o indirecta, por todos y todas: por eso no es cuestión defender una renta incondicional si no es suficiente.
Doblemente suficiente. Suficiente por arriba: sí a una renta máxima incondicional. Como “socialistas”, no creemos que pueda existir la mínima sociedad común mientras que a algunos se les permita, políticamente y fiscalmente, rebasar todos los límites de la decencia en materia de ingresos; no a la secesión de los ricos, sí al fin de ese asistencialismo que consiste en dejar a los ricos saquear riquezas de las que se creen la fuente. Suficiente por abajo: sí a una renta mínima incondicional, pues no se trata de reclamarse de un objetivo formal ­“Que una sociedad garantice unos ingresos decentes a todos sus miembros evidentemente, es un objetivo legítimo”­ aún es necesario garantizar materialmente los medios, es decir, los ingresos.
Así que doblemente suficiente. Es necesario que el montante de la renta incondicional sea suficiente: esta es una frontera nítida entre las versiones de la derecha y la de la izquierda; también es necesario poner un techo a los ingresos máximos: ¡el máximo de una ratio de 1 a 4 o a 6 es suficiente! Por eso pensamos que cualquier reivindicación de “renta básica” está huérfana si se queda muda ante lo máximo: para luchar contra la miseria, hay que oponerse a la riqueza.
Doblemente suficiente porque es doblemente limitada; en el marco de los que llamamos “espacio ecológico”.
1. De entrada, una forma de sonreír cuando leemos la maldad gratuita adjudicada al “decrecimiento” reducido a “frugalidad”: sí estamos por la “pobreza” /3 personal, sí pretendemos articular esta sobriedad tanto con la cuestión de la recuperación de la soberanía eminentemente social como con la gestión inevitable de los excedentes; sí afirmamos que el “binomio sobriedad personal/gasto social debe reemplazar el binomio austeridad social/exceso individual” /4. Dicho de otra forma, verdaderamente, no justificamos nuestra reivindicación de una renta básica universal incondicional mediante el mito de las nuevas fuentes de producción de valor (incluso cognitivo/numérico, el capitalismo sigue siendo capitalismo; no nos engañamos respecto a una evaluación económica de los servicios rendidos por la naturaleza) o por hipotéticas ganancias de la productividad (no hacemos de la “ganancia" una motivación válida para una vida serena, tampoco nos alegraríamos lo más mínimo de su aceleración): nuestro problema no es el crecimiento sino más bien el del decrecimiento (definido solamente como este momento de transición, este paréntesis entre mundo en crecimiento y mundo liberado de la religión de la economía)
2. Después, una forma de insertar explícitamente nuestra reivindicación de una renta incondicional suficiente en la cuestión ecológica; no, no ponemos la ecología en el corazón de la política; sí pretendemos lo contrario: en el interior de los límites naturales de la sostenibilidad ecológica (bajo un mínimo ninguna vida es sostenible; por encima de un máximo tampoco ninguna es duradera) es donde hacemos política.
Recordado esto, podemos volver a dos críticas que Michel Husson hace a todas las variantes de renta socializada, por tanto, a nuestra propuesta de decrecimiento: la cuestión del empleo y del pleno empleo; la estrategia de transición.
No, los partidarios del decrecimiento, no afirmamos que el pleno empleo sea inaccesible. Por una razón muy simple: consideramos que en una sociedad, todas las actividades, al margen de las actividades ilícitas, contribuyen directa o indirectamente a la producción de la riqueza social común. Sin embargo, hoy no solo se remunera únicamente una parte de estas contribuciones –justamente, a causa de incondicionalidad en la remuneración acordada a cualquier contribución– sino que el reparto entre contribuyentes está totalmente falseado en beneficio del “Capital” y en detrimento del “Trabajo”: esto se llama “correlación de fuerzas” y por nuestra parte, seguimos soñando en una organización social donde las relaciones de fuerza sean abolidas. Esa es la razón por la que no nos contentamos con llamar a la abolición del Capital, llamamos también a la abolición del Trabajo. En la pareja Capital-Trabajo, no queremos hacer un fetiche ni del Capital ni del Trabajo: por eso, de repente, le damos la espalda tanto a los capitalistas como a los partidarios del trabajo. Qué le vamos a hacer si es el precio a pagar por un poco de coherencia política. Así que es falso afirmar que todos los proyectos de renta básica constituirían una “renuncia a la lucha contra el capital”: pero cuidado con que las críticas, incluso las torpes y las malintencionadas, no constituyan a su vez una renuncia a la lucha contra el Trabajo (Pues queremos abolir la mentira del Trabajo como factor de integración social, reducir la importancia del trabajo, reducir el tiempo de trabajo; nosotros no queremos reducir el trabajo para que todo el mundo pueda trabajar, queremos compartir el trabajo para que todo el mundo trabaje menos).
A partir de ahí, si destacamos que un “empleo” es solo una actividad remunerada por un sueldo entonces, en una sociedad donde cada persona recibiera incondicionalmente un sueldo en reconocimiento (social) de su contribución, el pleno empleo deja de ser un objetivo pues siempre está tautológicamente realizado. El objetivo efectivo es la remuneración social de cualquier contribución social: ¡un sueldo es lo merecido!
Llegamos ahora a la segunda crítica, la de la estrategia política de la transición: ¡el problema de saber verdaderamente quiénes son los “tontos útiles” de esta historia! /5.
Sí, anticipamos la crítica de que la propuesta de remunerar cualquier contribución social corre el riesgo de monetarizar, e incluso mercantilizar, todo lo que hoy constituye una riqueza inestimable de la vida social. Es la razón por la que los partidarios del decrecimiento favorables a la renta básica incondicional defienden desde hace tiempo que el pago de esta renta se debería hacer en tres partes: una parte en moneda corriente, una parte en moneda local complementaria ciudadana (MLCC) y una parte en gratuidades. En relación a la tercera parte, se trata de promover una extensión del ámbito de los servicios públicos (a condición de redefinir el organismo recaudador y redistribuidor no como el estado sino como una “mutua institucionalizada”). No somos favorables a que toda la renta incondicional sea distribuida solo en gratuidades (pues cualquier gratuidad debe anticiparse a tres “perjuicios” intrínsecos: riesgo de prioridades, de vigilancia y de despilfarro). El reparto entre estas tres partes debe pues tener a su vez en cuenta coyunturalmente de un proceso de transición y estructuralmente de encuadre en términos de suelo/techo salarial.
Pero la estrategia de transición, es también la cuestión de la revolución del reparto de la riqueza común. Problema ampliamente debatido por ejemplo, en el seno de una plataforma reivindicativa durante las elecciones legislativas de 2012, corriente entre los partidarios del decrecimiento, alternativos y anticapitalistas (por ejemplo, en las tres circunscripciones de Ardèche y Drôme). Sin duda, ya se pueden llevar luchas a favor sin esperar a descolonizar nuestros imaginarios prisioneros del fetiche del Trabajo: en 2012, ya eran explícitamente propuestas como “caminos hacia una renta incondicional suficiente”.1) Una, subsidio universal decente concedido de forma incondicional a los jóvenes entre 18 y 25 años; 2) Una, seguridad social profesional garantizada en caso de pérdida de lo que hoy se llama “empleo” financiado por una fiscalidad drástica sobre los “beneficios”; 3) Incluso íbamos un poco más lejos pues no habíamos olvidado a quienes tenían más de 60 años: para ellos, ¡teníamos que reivindicar ya una jubilación incondicional de una cuantía única garantizada para todos!
Un último punto sobre esta cuestión de la estrategia: se trata tanto de evitar las soluciones milagro (la ruptura por la ruptura) como las seudo-soluciones (no es porque los explotados han integrado la alienación laboral por lo que el Trabajo manifiesta un mínimo potencial emancipatorio), pues tanto las unas como las otras, antes de fracasar lamentablemente e históricamente, no habrían hecho más que reforzar el sistema que pretendían superar.
Por esto, la propuesta de una renta básica incondicional (doblemente) suficiente tal como es defendida por la mayor parte de los partidarios del decrecimiento merece algo más que críticas mediante caricaturas y amalgamas, fantasías y fantasmas: 1) por una parte, su radicalidad se basa en una drástica redistribución de la riqueza tanto de las rentas como del reconocimiento acordado a todas las actividades y también a los “tiempos de trabajo” (especialmente a los de las “tareas penosas y actividades “de género”; 2) por otra parte, su coherencia social y ecológica, la hace hoy, en el momento del colapso, la propuesta más fuerte para osar romper todos los tabúes ideológicos que encierran aún hoy los debates sobre la transición, es decir, sobre una salida definitiva no solamente del capitalismo sino también del productivismo y del individualismo generalizado: y es ahí donde volvemos a encontrar la exigencia de una vida en común en nombre del igualitarismo radical defendido por nuestra posición.

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